A Los voluntarios y voluntarias de Galicia

[Vicente Altaba Delegado Episcopal de Cáritas Española]

Cuando me pongo delante de este folio dispuesto a haceros llegar un saludo en el Día Internacional del Voluntariado, lo primero que me viene a la mente es comenzar con unas palabras de agradecimiento a todas y todos vosotros por lo que significáis para Cáritas y por el excelente servicio que de manera tan eficaz como callada y generosa ofrecéis día a día a los empobrecidos. Sin embargo, cuando de manera más reflexiva entro en mi propia experiencia intentando hablaros de corazón a corazón, de voluntario a voluntario, siento la necesidad de cambiar mis palabras y de comenzar poniendo de manifiesto la experiencia más honda que llevamos dentro y que nos hace sentir cada día que somos nosotros los primeros que nos sentimos profundamente agraciados y agradecidos por el don que significa ser voluntarios.

Sí, hoy es un día para proclamar y celebrar que ser voluntarios de Cáritas es una gracia, un don, un regalo, una profunda suerte. Es una suerte tener ojos abiertos para ver el sufrimiento de los pobres, oídos atentos para escuchar su clamor y corazón sensible para conmovernos. Es un regalo salir de nuestra cueva, de nuestras comodidades y seguridades, detener el ritmo absurdo de una vida vivida sólo para nosotros mismos, y poner lo que somos y tenemos al servicio de los hermanos tirados al borde del camino, de los que más necesitan, de los que son desechados, ignorados y olvidados. Y es una gracia experimentar que, detrás del clamor de los más débiles y pobres, nos sentimos llamados por un Dios que tiene entrañas de amor, que se conmueve ante la pobreza y el sufrimiento humano y nos convoca a hacer presente su Reino construyendo una nueva humanidad en que los excluidos puedan integrarse en una sola familia humana, sentarse con los hermanos a la mesa y vivir con dignidad.

Esta dimensión global de la identidad del voluntariado de Cáritas se está viendo rubricada en los últimos años con el impulso de las experiencias de quienes están dispuestos a verificar su gratuidad en el seno de otras Iglesias en donde nuestra Confederación desarrolla su cooperación fraterna. Esta opción por el voluntariado internacional nace de la misma esencia de la Iglesia que vive la caridad universal y sin barreras.

Desde esta conciencia agradecida y universal, hoy es también un día oportuno para renovar el gozo de la vocación a la que hemos sido llamados en la Iglesia y en el mundo: Ser instrumentos de la gracia para difundir el amor de Dios y hacer presente en nuestra historia el rostro misericordioso del «Dios de los humildes, el defensor de los pequeños, apoyo de los débiles, refugio de los desvalidos, salvador de los desesperados» (Jud 9,11). Un día para renovar el gozo de nuestro servicio, la gratuidad de nuestra entrega y decirle una vez más al Señor: Aquí estoy, dispuesto y agradecido porque en el servicio a los pobres has querido contar conmigo.

Pero aunque no la busquéis, quiero tener también con vosotros una palabra de agradecimiento. Gracias, con palabras del díptico institucional, por cambiar la mirada de la realidad, descubrir las capacidades de las personas que están a vuestro alrededor, los tesoros escondidos en las personas más excluidas y vulnerables, y poner en movimiento vuestras capacidades. Gracias por no esperar que otros cambien y movilizaros haciendo vuestra la esperanza de quienes anhelan tener un espacio humano y digno en la sociedad. Gracias por no ceder a la rutina, por formaros y renovaros permanente en vuestro servicio y construir espacios de esperanza. Gracias porque además de asistir a los pobres, trabajáis por la justicia y por trasformar las estructuras que generan la pobreza y la exclusión.

Y quiero terminar con una invitación: No olvidemos nunca que la fuente y el sentido de nuestro servicio está en nuestra configuración con Jesucristo y que lo más importante que podemos ofrecer a los pobres –como él hizo-, es la vida hecha don y puesta a sus pies en el servicio. Para eso, dice Francisco, “hace falta un espacio interior que dé sentido al compromiso” (EG 262). Sirvamos, pues, a los pobres desde una profunda espiritualidad, como discípulos-misioneros de Jesucristo. ¡No nos dejemos robar la espiritualidad!

Un saludo muy afectuoso y sincero a todos y cada uno de vosotros.

Vicente Altaba Delegado Episcopal de Cáritas Española

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