8 de marzo: La realidad de pobreza y exclusión social que Cáritas acompaña cada día tiene rostro de mujer

Ante la celebración del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, Cáritas recuerda que la realidad de pobreza y exclusión que Cáritas acompaña cada día tiene rostro de mujer y alerta sobre el impacto y las consecuencias que suponen la discriminación de género, anclada en un sistema estructural de desigualdad e injusticia social. Y denunciamos que las múltiples violencias que se siguen ejerciendo hacia las mujeres –tanto sexuales como físicas, laborales y psicológicas— son una consecuencia directa de esta desigualdad estructural.

Por esa razón, el logro de la igualdad de género en el mundo es uno de los grandes retos del siglo XXI. En septiembre de este año se cumple el 25º aniversario de la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing, una de los hitos más importantes a nivel global a favor de los derechos de las mujeres. Pero 25 años después y a pesar de los avances producidos, los datos nos dicen que las medidas puestas en marcha son todavía insuficientes y es mucho el camino que queda por andar. Destacamos algunos de los retos pendientes:

– Las mujeres ostentan mayores tasas de pobreza que los hombres. En su reciente informe sobre la situación en España, el Relator Especial de Naciones Unidas sobre la Extrema Pobreza y los Derechos Humanos, Philip Alston, especifica que las mujeres registran tasas más altas de pobreza relativa, carencia material severa, baja intensidad de empleo y pobreza extrema. Además, según el VIII Informe Foessa, el riesgo de pobreza aumenta un 20% más en los hogares sustentados por mujeres y más aún en hogares monomarentales, donde se suman las dificultades derivadas de la conciliación.

– La brecha de desigualdad en el ámbito del empleo sigue existiendo. Según datos de Eurostat, España tiene la segunda tasa más alta de desempleo femenino en la Unión Europea. A esto se suma la baja calidad laboral que desvela el hecho de que el 50% de las jornadas parciales desempeñadas por mujeres sean indeseadas y que obedece, sobre todo, a que ellas siguen siendo las principales sustentadoras de cuidados. Según datos del citado Informe Foessa, el 95% de las personas que cuentan con trabajo a tiempo parcial para poder dedicarse al cuidado son mujeres, lo que supone no sólo un freno en sus carreras laborales, sino el acceso a empleos con salarios y pensiones más bajos.

– La desigualdad de género es, en no pocas ocasiones, el motivo que empuja a las mujeres a empezar un proyecto migratorio. En estas situaciones, las mujeres están mucho más expuestas que los hombres a los largos itinerarios y procesos de tránsito transfronterizos, con serios riesgos, entre otros, de ser objeto de violencia sexual o de captación por redes de trata de personas. Y en los países de acogida, se enfrentan a la triple discriminación que supone ser mujeres, migrantes y trabajadoras. En el caso del mercado laboral, por ejemplo, sabemos por propia experiencia cómo las mujeres migrantes ostentan la mayor tasa de empleos en el ámbito a los cuidados (residencias de mayores, cuidado de menores, empleo del hogar…), sujetas, por lo general, a una menor remuneración en un sector caracterizado por la temporalidad y la economía sumergida.