Una tarde con Justa

Justa Muñoz Minguela, mujer y mayor, tiene 87 años de experiencia en la vida en la que recuerda que el objetivo de la mujer antes era cuidar de la casa, del marido y de los hijos.

«El venía y se iba al bar. Nosotras en casa, de derechos nada, aunque obligaciones las que fueran. Era así en aquellos tiempos. Tenías que aguantarte con todo. Si te pegaban como decían algunas… pues no decirlo para que la gente no se enterara, encima. Había de todo en la vida.

Las que tenían tierras, trabajaban también con los maridos en el campo, después con la llegada de la maquinaria agrícola, nos quedábamos más en nuestras casas. ¡Algunas tenían que poner hasta las zapatillas de estar en casa a sus maridos!

¡A mí eso no me ha tocado, pero yo no sé si lo hubiera hecho!

Yo soy un poco así…. rebeldilla», dice sonriendo.

«Aunque si me hubieran dicho que así…. lo hubiera hecho, como las otras. 

Hoy en día las cosas han ido a mejor todo para las mujeres, aunque ¡LAS MATAN! ¡Eso es lo último que se puede hacer!

Yo vivo sola desde los 44 años. Antes la mujer era… nada. Hoy tienen sus trabajos y pueden vivir, antes no se podían separar, ¿de qué vivían?, ahora no tienen por qué aguantar que las maltraten ahora tienen su independencia económica y tienen libertad. 

Como mujer mayor veo muchas diferencias también. Mi madre tuvo que estar a meses (se refiere a unos meses en casa de un/a familiar y otros meses en casa de otro/a) y ahora hay más recursos para nosotras. Opciones culturales, residencias, grupos, bibliobuses, ayuda a domicilio. Estamos más cuidadas ahora. En el Programa de Cáritas estamos aprendiendo mucho. La mujer ha evolucionado mucho en estos ámbitos. Salir a tomar un café en un bar ya no es un problema para la mujer. Somos más libres. 

En esta situación de pandemia no me he sentido discriminada. He estado apoyada por mi vecina, otra mujer, que es quien me ha acompañado y me ha ayudado en todo lo que necesitaba. Con mis hijas el apoyo ha sido en la distancia debido a la situación.

Una vez más las cuidadoras somos fundamentalmente las mujeres, pero no me he sentido abandonada. 

Pido a los hombres que no maltraten y no maten a las mujeres, si no quieren a su mujer que se vayan pero que no las maten. Y a los jóvenes que traten como Dios manda a sus amigas o parejas.  

Yo diría a las mujeres de hoy y a la sociedad en general que lucharan más por el respeto en general. Que sigan trabajando mientras puedan y hasta donde puedan por la igualdad en derechos entre las mujeres y hombres. ¡Si nos tratamos desde el respeto el mundo sería buenísimo!»