Día de la Alimentación: Urgen medidas estructurales para garantizar el derecho a la alimentación de las familias vulnerables

La pandemia que estamos asistiendo ha intensificado las situaciones de vulnerabilidad que vivían muchas familias en nuestro país y que afecta seriamente al acceso a derechos básicos como es el de la alimentación.

La celebración, el 16 de octubre, del Día Mundial de la Alimentación, es un momento óptimo para tomar conciencia de las causas estructurales que impiden a miles de familias en nuestro país acceder de forma plena a este derecho, al que la actual pandemia viene a añadir nuevas dificultades.

Causas estructurales agravadas por la Covid-19

Como alertábamos hace unos meses a la luz de los datos obtenidos de la Consulta sobre el impacto de la COVID-19 en las Cáritas Diocesanas de toda España, desde la irrupción de la emergencia sanitaria y la declaración del Estado de alarma el pasado mes de marzo, se constata un incremento del 77% en el número de demandas de emergencia recibidas por el conjunto de la red confederal de Cáritas en toda España y de un 57% en el de personas atendidas.

A pesar de la gravedad de la situación actual, y de que aún no podemos medir con precisión el alcance de la misma, lo que parece evidente es que llueve sobre mojado y que el contexto coyuntural de pandemia viene a intensificar las realidades de exclusión –y, en concreto, las dificultades de acceso al derecho a la alimentación— que tienen su origen en causas estructurales. Una buena muestra de ello es la realidad de los trabajadores pobres, que, según la Encuesta de Condiciones de Vida 2019, afecta al 13,2% de la población con empleo, lo que pone en evidencia que estas situaciones no son fruto de la coyuntura actual.

En esta misma línea, la garantía del acceso al derecho a la alimentación tiene también un origen estructural, como son el desempleo y la precarización laboral, o los precios abusivos en alquileres/compra de viviendas (el 33.6% de las familias en situación de exclusión tienen gastos excesivos en la vivienda). Esto significa que, una vez descontados los gastos fijos de vivienda (alquiler o hipoteca, suministros, etc.), estas familias en situación vulnerable y con recursos limitados quedan por debajo del umbral de pobreza, con un acceso a la alimentación muy precario.